viernes, 16 de noviembre de 2012





La cultivadora de orquídeas
Esta novela me recuerda a los coches viejos: cuesta arrancar, por momentos da síntomas de flaqueza y parece a punto de pararse pero, como por milagro, como si fuera por intervención divina, prosigue y prosigue con una virtud innegable que es la de arrastrarnos tras ella.
No me gusta la estructura del relato, la mayoría de los personajes me parecen poco hechos, la trama es débil pero no he podido dejar de leerla. ¿Qué contradicción, verdad?
La novela alterna momentos tediosos con verdaderas salvajadas que atrapan nuestra atención y no la sueltan ni tirando fuerte. Es en esos momentos salvajes donde mejor se desenvuelve el relato y cuanto más oscura es la trama mejor lo ejecuta el autor.
Pero toda la estructura de la novela se sostiene -y a fe que lo hace- en el pulso narrativo del escritor, que es enorme y que aprovecha como pocos la violencia, el sexo y también la miseria humana. De ahí toma mucho el escritor, creando personajes verdaderamente cafres provocándonos que lleguemos a sentir cierta empatía por ellos y por las acciones que ejecutan.
Que una novela nos traslade a otra realidad es frecuente, pero que lo haga a la realidad colombiana de la delincuencia común, es más complicado. El escritor no posa sus ojos sobre los grandes temas que conocemos de Colombia, el narcotráfico, los grandes traficantes y los negocios millonarios. Todo esto lo desdeña. Se centra, y es muy de reseñar, en la delincuencia común, la de a pie de calle, más salvaje aún que los grandes capos y mucho más sorprendente, y tiene momentos que nos trasladan a la mítica del delito y de la osadía que produce estar fuera de la ley que nos hace sonrojar de placer, pues lo narra a modo de gesta cual batallón de soldados hubiera conquistado un firme baluarte.
El escritor aborda toda la narración con una prosa limpia, clara, sencillísima, tan aligerada de todo que sorprende y llama la atención. Todo se narra en dos tiempos, un pasado cercano y un presente cruel, puesto que da la sensación de velocidad y de dureza que trasmite a todo el relato. Aprovecha el autor para crear capítulos cortos y consigue una viveza de lectura poco más que envidiable.
La edición es correctísima, siendo de destacar la elección de la letra y su tamaño por facilitar la lectura. Se percibe que en la editorial abordan sus proyectos con sapiencia y con profesionalidad, algo que en los tiempos que corren es cada vez más complicado de ver.
En resumen, una novela muy interesante, que se lee de un tirón y que nos permite descubrir a un escritor de una pieza y que con seguridad nos propondrá divertimento en proyectos futuros.
 Sergio Torrijos Martínez
http://revistacalibre38.wordpress.com/2012/11/09/la-cultivadora-de-orquideas-de-roberto-tejela-por-sergio-torrijos-martinez/



sábado, 7 de enero de 2012




El escritor Roberto Tejela concluye con 'La cultivadora de orquídeas' su trilogía de novela negra.
El narrador cuenta la trepidante huida de dos mujeres que no pueden desprenderse de su pasado.

Lesbianismo, sexo, drogas, crimen, infidelidades, traiciones. Lanovela negra ha abierto paso a un género tan actual como antiguo: el 'pulp fiction lésbica, que apareció en Estados Unidos a mediados del siglo pasado y que ahora recupera terreno con 'La cultivadora de orquídeas', el libro con el que el escritor Roberto Tejela (Madrid, 1953) concluye su trilogía colombiana.
Tras narrar la caída de un hombre en el narcotráfico en el 'Narco consorte' y el secuestro exprés de un español en Bogotá en un 'Un paseo millonario', ambas novelas con tintes autobiográficos, Tejela cruza el charco y ambienta la escena de su nueva ficción entre España y Portugal. El narrador cuenta la trepidante huida de dos mujeres que no pueden desprenderse de su pasado. Se trata de un viaje emocional. Un periplo a lo 'Thelma y Louise' reencarnadas en Yerma y Winona, las protagonistas de 'La cultivadora de orquídeas'.
Las mujeres cruzan sus caminos en busca del calor del hogar y del amor sincero, pero, como en las novelas de Tejela nada es lo que parece, rápido surgen fantasmas que romperán de cuajo su visión idílica de la pasión. Un nuevo escenario donde el escritor se mueve como pez en el agua, con un lenguaje narrativo muy personal, diálogos constantes y finas descripciones de lugares y hechos.
La secuencia de la trama es lineal. Arranca en Madrid un 28 de junio y concluye un 28 de diciembre en Lisboa. Apenas medio año. Un breve lapso que supone rapidez argumental y ausencias de saltos narrativos. Una técnica con la que Tejela trata de mantener la atención del lector. Sus fetiches de la novela, Yerma y Winona, no sólo aportan el peso narrativo sino que tratan de reflejar los secretos y las contradicciones del ser humano, sus conductas oscuras y sorprendentes. Un compendio argumental que ha acompañado en vida a Tejela desde que llegó a Colombia hace 27 años. "Me quedé tan sorprendido por lo que vi, olí, oí y paladeé, que, a mi regreso a España, me propuse contarlo", señala el escritor madrileño, antiguo piloto aéreo y viajero infatigable.

COLPISA, Mateo Balín