La cultivadora de orquídeas
Esta novela me recuerda
a los coches viejos: cuesta arrancar, por momentos da síntomas de flaqueza y
parece a punto de pararse pero, como por milagro, como si fuera por
intervención divina, prosigue y prosigue con una virtud innegable que es la de
arrastrarnos tras ella.
No me gusta la
estructura del relato, la mayoría de los personajes me parecen poco hechos, la
trama es débil pero no he podido dejar de leerla. ¿Qué contradicción, verdad?
La novela alterna
momentos tediosos con verdaderas salvajadas que atrapan nuestra atención y no
la sueltan ni tirando fuerte. Es en esos momentos salvajes donde mejor se
desenvuelve el relato y cuanto más oscura es la trama mejor lo ejecuta el
autor.
Pero toda la estructura
de la novela se sostiene -y a fe que lo hace- en el pulso narrativo del
escritor, que es enorme y que aprovecha como pocos la violencia, el sexo y
también la miseria humana. De ahí toma mucho el escritor, creando personajes
verdaderamente cafres provocándonos que lleguemos a sentir cierta empatía por
ellos y por las acciones que ejecutan.
Que una novela nos
traslade a otra realidad es frecuente, pero que lo haga a la realidad
colombiana de la delincuencia común, es más complicado. El escritor no posa sus
ojos sobre los grandes temas que conocemos de Colombia, el narcotráfico, los
grandes traficantes y los negocios millonarios. Todo esto lo desdeña. Se
centra, y es muy de reseñar, en la delincuencia común, la de a pie de calle,
más salvaje aún que los grandes capos y mucho más sorprendente, y tiene
momentos que nos trasladan a la mítica del delito y de la osadía que produce
estar fuera de la ley que nos hace sonrojar de placer, pues lo narra a modo de
gesta cual batallón de soldados hubiera conquistado un firme baluarte.
El escritor aborda toda
la narración con una prosa limpia, clara, sencillísima, tan aligerada de todo
que sorprende y llama la atención. Todo se narra en dos tiempos, un pasado
cercano y un presente cruel, puesto que da la sensación de velocidad y de
dureza que trasmite a todo el relato. Aprovecha el autor para crear capítulos
cortos y consigue una viveza de lectura poco más que envidiable.
La edición es
correctísima, siendo de destacar la elección de la letra y su tamaño por
facilitar la lectura. Se percibe que en la editorial abordan sus proyectos con
sapiencia y con profesionalidad, algo que en los tiempos que corren es cada vez
más complicado de ver.
En resumen, una novela
muy interesante, que se lee de un tirón y que nos permite descubrir a un
escritor de una pieza y que con seguridad nos propondrá divertimento en
proyectos futuros.
Sergio Torrijos Martínez
http://revistacalibre38.wordpress.com/2012/11/09/la-cultivadora-de-orquideas-de-roberto-tejela-por-sergio-torrijos-martinez/
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